La administración pública que necesitamos
Por: Lic. Manuel Alejandro Eulloqui Moreno
Para ser Secretario de Estado se necesitaría tener experiencia probada en el rubro que se va a desempeñar, bueno, eso sería lo óptimo para tener una Administración Pública funcional. Lo cierto es que ni en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ni en la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo se hace referencia a un perfil general, o bien, a perfiles particulares que se requieren para desempeñar el cargo de Secretario de Estado, ya sea a nivel federal o en las Administraciones Públicas Estatal.
De acuerdo con el artículo 91 de nuestra Constitución Federal, solo se requiere “ser ciudadano mexicano por nacimiento, estar en ejercicio de sus derechos y tener treinta años cumplidos.”, omitiendo de manera total cuestiones como la experiencia, la preparación, idoneidad, o cualquier otro requisito que debería requerirse para desempeñar un cargo de alta responsabilidad, como lo es un Secretario de Estado, y es por ello que todos los días alguno de estos funcionarios da nota a los medios de comunicación al exhibir su falta de oficio político y la ineptitud en sus labores.
Esto es la razón por la cual se debe ser más específico en el tipo de perfiles que deben llegar a los cargos de primera responsabilidad del gobierno. México debe dejar a un lado la improvisación política, pues necesitamos de funcionarios públicos bien preparados y experimentados para sus respectivas funciones; nuestras prácticas políticas y cuerpos legislativos deben adaptarse a la idea de transformar las carreras político-administrativas de un enfoque extensivo a uno intensivo, dicho en términos coloquiales: “zapatero a tu zapato”.
Ejemplos de carreras políticas extensas hay muchas, por mencionar alguno, tenemos a nuestro actual Director de la Comisión Federal de Electricidad, el abogado Manuel Bartlett Díaz, quien se ha desempeñado como legislador, y entre sus cargos más relevantes ha sido Secretario de Gobernación, Presidente de la Comisión Federal Electoral en 1988, Gobernador del Estado de Puebla, y hoy es considerado un experto en temas energéticos, a pesar de nunca haber estado relacionado con funciones en esta materia.
En este sentido, para erradicar la simulación y la improvisación dentro de la Función Pública, creo necesario, en primer lugar, transformar la Ley del Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública Federal, que, a pesar de tener diversos órganos técnicos y filtros de evaluación, no ha impactado como se esperaba en el desempeño de quienes están dentro del servicio público. En este sistema, una de las características que juegan en contra de su principal objetivo, es que la capacitación técnica se centra primordialmente en los mandos medios e inferiores de la Administración Pública, que, si bien su rol es bastante importante, ya que se encargan del funcionamiento cotidiano del servicio público, siempre estarán sujetos a las directrices que marquen los Secretarios y Sub-Secretarios, que a su vez dependen directamente de la voluntad del ejecutivo.
En nuestro país contamos ya con varios excelentes modelos de corte meritocrático, por ejemplo, el del Banco de México y el del Poder Judicial de la Federación, en donde el ingreso, permanencia y promoción de las funciones depende directamente del desempeño, preparación y disciplina de quienes forman parte del sistema. Desde mi punto de vista, lo que ha funcionado en estos modelos es el derecho de escalafón y la certidumbre en la posibilidad de acceso a cargos de mayor jerarquía, sin la necesidad de involucrarse en temas políticos, electorales o partidistas, donde los resultados responden en mayor medida a coyunturas mediáticas, y en menor medida a la constancia y al mérito de las personas.
Con miras al 2021, ya comienza la efervescencia electoral, y si bien la contienda resulta trascendental para la vida democrática en México, debemos poner el foco con la misma intensidad en lo que sucede en la Administración Pública, pues al final del día, el ciudadano espera de partidos políticos y coaliciones mejores resultados en su ejercicio gubernamental, y para ello no hay otro camino que la profesionalización en los cargos públicos, a través de una meritocracia honesta y bien enfocada que sin duda devolvería a los ciudadanos un poco de la confianza que se ha perdido en los gobiernos tradicionales, en los de transición y en los del cambio.